Una mala noche, un enfriamiento agudo del hombre, y el equipo de las estrellas se desmorona.
A tiempo, sin dudas, de revertirlo.
Aunque parece, a juzgar por los dichos, que siempre será más fácil poner en otros la "culpa" -el árbitro, el linesman, la presión de los locales (como si a nosotros eso no nos favoreciera nunca)- que en revisar para qué se hace lo que se hace.
Sería bueno que el DT contrate algún brujo que lo asesore cómo desprenderse del demonio colombiano que lo tiene de hijo.
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